(Para E.M.)
Moriré.
Como has muerto tú, amiga mía,
que llena de risa y de infancia
jugabas conmigo en el patio
con las manos oliendo a naranja.
Pasaré.
Ya no seré más que polvo
y fotos que otros contemplen
con la pena cosida en el rostro
y un nudo infame en el vientre.
Te veré.
Radiante, vestida de gloria,
bailarás para mí de nuevo
y, por fin, será como antes
aunque ya nada vuelva a serlo.